"¡Maestro, hice lo que pude!", exclamó apenas lo divisó. Y cuando se
acercó el "Maestro" Raúl González, quien le dio a México dos medallas en
Los Angeles 1984, Horacio Nava lo abrazó y se puso a llorar sobre su
hombro.
Lloraba desconsolado el mexicano Nava, pese a haber entrado en el puesto
16 de la marcha de los 50 kilómetros, con lo que se convirtió en el
mejor latinoamericano de esa prueba que ganó el ruso Sergio Kirdyapkin,
con récord olímpico. El también mexicano Omar Zepeda finalizó 23ro.
Más de una hora después de haber terminado la prueba, Navas se estaba
yendo solitario tras haber hablado en calma con la prensa, hasta que se
encontró con González, quien venía en dirección opuesta.
"¡Maestro, hice lo que pude!", le dijo Navas a González, quien en Los
Angeles ganó la medalla de oro en la marcha de los 50 kilómetros y la de
plata en la de los 20 kilómetros, secundando al también mexicano,
Ernesto Canto.
Una suave música salía con armonía de unos altavoces y quizás Nava y
González no la hayan escuchado. Menudeaban otros ruidos y también había
aroma a comida.
Pero Nava y González estaban en otro mundo. Ninguno hablaba.
Pasaron varios segundos, quizás más de un minuto, hasta que el marchista
levantó su cara de un hombro de González, quien le pasó una mano por
sobre su cabeza, y allí sí, empezaron a hablar entre ellos.
"Nava hizo un gran esfuerzo; estaba muy emocionado", dijo después
González a The Associated Press, que presenció la escena de casualidad
ya que poco antes había hablado con Nava y caminaba detrás de él cuando
se encontró con el doble medallista olímpico.
"Hay que alentarlo, no se puede caer", agregó González, de 60 años, que
dijo trabajar en la Federación Mexicana de Asociaciones de Atletismo y
que además está en Londres como periodista. "Ellos (los marchistas) me
piden consejos y yo los ayudo".
Poco antes, Nava había expresado su disgusto por el puesto 16, ya que su expectativa era mejorar su sexto lugar de Beijing 2008.
"Es un resultado que no me gustó; fue un ritmo bastante rápido, que no
aguanté", dijo Nava, campeón de la marcha de los 50 kilómetros en los
Panamericanos de Guadalajara 2011. "Pensaba que la carrera sería más
lenta, y ya ves, récord olímpico. No fue lo que esperábamos".
Nava dijo que faltando 20 kilómetros intuyó que quedaría lejos de la
punta. "Fue una carrera muy estratégica y en la que fui perdiendo ritmo
de a poco; después me costó recuperarme".
Su compatriota Zepeda dijo que llegó con el último aliento en esa marcha
disputada por el centro de Londres y que terminó al lado del palacio de
Buckingham.
"En las últimas vueltas técnicamente iba caminando mal y eso era por el
cansancio", dijo Zepeda. "Estaba agotado y terminé destrozado porque
esperaba llegar mejor".
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